7 Conductas erróneas que afectan la percepción de los niños ante la lectura

Todo conocemos la importancia de la lectura en la vida del ser humano. La habilidad de decodificar y comprender lo que se lee permite que nos desenvolvamos de forma eficiente en nuestras tareas cotidianas.

La lectura favorece una serie de procesos cognitivos, como: la memoria a corto y a largo plazo, la capacidad de reconocimiento y la organización. Además, fomenta la creatividad, la paciencia, la percepción de la progresión y facilita el aprendizaje.

Por lo mismo, la mayor parte de la educación Básica, Media y Universitaria está orientada en potenciar las habilidades de decodificación y comprensión lectora, así como el trabajo constante de las instituciones y los programas educaciones hacia el fomento lector. Sin embargo, según la OCDE, la mayoría de los chilenos lee de 0 a 2 libros al año por gusto (esto varía según el sector socioeconómico), y como país, nos encontramos en los niveles más bajos de comprensión de lectura.

¿Cómo es posible que después de 12 años de educación formal, con planes educativos de fomento lector, los chilenos no nos interesemos por la lectura?

Se le atribuye mucha responsabilidad de ese fracaso a las instituciones escolares, como si el colegio tuviese la culpa absoluta por la desmotivación de los estudiantes. No obstante, ya vimos en la entrada anterior que la educación es un asunto que se sostiene a través de una serie de pilares, y la lectura no está exenta a esta regla.

Una de las bases más importantes es la percepción que el niño crea de su círculo cercano y la relación de este con el aprendizaje. Esta vivencia previa, entre la primera y segunda infancia, determina la postura que el estudiante toma ante cualquier área de estudio, y una vez que el sujeto tiene una visión sobre cómo comportarse o cómo sentirse ante tal o cual circunstancia, es muy difícil trasladarlo a experimentar otras visiones.

Este post pretende ser una guía para comprender cuáles son los 7 errores más comunes que los padres y tutores cometen en el hogar y que desincentivan la lectura, como una manera de invitar a la comunidad cercana al estudiante a participar activamente de su fomento lector:

1-. Nadie Lee

Casi nadie lee en casa, entonces, es irrisorio pedir que los niños se interesen en la lectura si nosotros no demostramos su importancia y funcionalidad. El ejemplo es una de las mejores formas de motivación, especialmente en la primera y segunda infancia, donde los niños aprenden mucho por imitación.

No hay que sentarse a leer a Shakespeare, estamos hablando de detalles, como: leer el diario, una revista, el horóscopo. No importa qué. El acto mismo de leer ya es un acercamiento positivo y afectivo del estudiante con el libro y el acto de lectura.

2-. Ni libros ni espacios.

Este punto puede parecer obvio, pero en realidad es bastante común que no haya libros en las casas. No podemos esperar que los niños se relacionen de manera automática con los libros si no hacemos accesible la lectura para ellos. Socializamos mejor con cosas que están en nuestra cotidianeidad, nos sentimos seguros con aquello que conocemos.

Por lo tanto, es necesario tener libros. Estos no tienen que ser de tapa dura o comprados en librerías caras, podemos acceder a libros bastante decentes en las ferias libres que están en las calles.

De la misma manera, se debe tener un espacio de lectura. Y cuando digo “espacio de lectura” no me refiero necesariamente a un espacio físico dentro del hogar. La lectura es una experiencia, todo el aprendizaje, en general, en la primera y segunda infancia, es una experiencia física, por lo tanto, así como se requiere un espacio para el estudio es necesario tener uno para leer un libro.

Existen muchas maneras de recrear una “ilusión de espacio lector”. Este no tiene que ser necesariamente un lugar físico determinado, algunas de las maneras más creativas son utilizar mantas, almohadas o paraguas decorados que sirven tanto dentro como fuera de casa, y que, además, establecen el momento para la lectura.

3-. Según la edad, gustos y habilidad.

Muchas veces, recomendamos libros que nos gustan o significan algo importante para nosotros, y aunque es muy significativo y funciona bien entre los adultos, no es así con los niños. A la hora de recomendar un libro a un niño se deben tener en consideración tres elementos: edad, gusto y habilidad.

No voy a extenderme mucho sobre el tema en este post, pero subiré más tarde una entrada enseñando a los padres y tutores a escoger libros correctamente para sus hijos, y abriré el espacio al debate sobre las temáticas más acordes según la edad. Por ahora, les recomiendo visitar el siguiente link: https://es.literaturasm.com/barco-de-vapor#gref .En esta editorial encontraran una clasificación especializada según el rango etario.

Una recomendación informada, es una recomendación segura.

4-. El libro como castigo

Relacionar al libro con el castigo o la obligación es uno de los errores más garrafales de los padres y tutores.

El libro no puede ser relacionado al deber, así mismo, el internet o los juegos de videos no deben ser relacionados al premio.

Demos ser capaces de trasmitir el valor de un libro. La lectura debe estar relacionada con el disfrute, con el ocio y la pérdida de tiempo, como malamente llamamos a esos espacios. Debemos dar los libros como un premio, relacionándolos con la afectividad y con el reconocimiento.

5-. Yo escojo.

Según la Escuela Nueva, los estudiantes están mejor predispuestos al aprendizaje si ellos mismos son participes de su estructuración. O sea, si son capaces de escoger entre una serie de elementos, qué aprender y cómo aprenderlos. Sin embargo, como pasa a menudo en la educación formal, las lecturas son predispuestas por el profesor o la institución educativa. De la misma manera ocurre en casa, lo que vuelve al estudiante un ente receptor, y no un ente activo en su educación.

Por lo que la recomendación es dar la oportunidad a los niños de escoger la temática de sus libros, y dentro de una serie de opciones, el espacio para que ellos escojan el que deseen leer.

6-. El objeto sagrado.

Los libros no son sagrados. Es fuerte escuchar- o leer- que una profesora de Castellano diga directamente esto, pero es cierto, los libros no son sagrados, no están ahí para ser intocables y venerados. Al contrario, los libros están para ser usados, doblados y rallados. No digo que dejemos que los niños destrocen los libros, digo que les enseñemos y les demos la oportunidad de establecer una comunicación con el texto.

Muchos padres y estudiantes ven al libro como algo que ocupamos una vez y que luego se quedará en los estantes por el resto de sus días. Pues bien, les enseño a mis estudiantes que ellos pueden establecer una comunicación con otros lectores a través de los libros, que el libro en sí es una experiencia, y que pueden apropiarse del objeto de diferentes maneras, dejar algo de su esencia en ellos, contar su propia historia.

Y en este post, le recomiendo a los padres hacer lo mismo.

Algunas de las cosas que suelo fomentar en mis estudiantes son: colocar su nombre en la primera hoja, junto con la edad, el año y la ciudad donde leyeron el libro. Si no usan separador de páginas, los incito a que usen boletos de micro, papeles con mensajes y que los dejen dentro. Los invito a subrayar las partes que más les gustaron, a pintar las imágenes si el libro las tiene en blanco y negro. También promuevo que escriban en los costados o al final de la página si estaban de acuerdo o en desacuerdo con lo que la página o el párrafo dice. A que se dejen preguntas para sí mismo. Los invito a que sean parte del texto.

7-. Tu libro, tu problema.

Es cierto que el libro, la mayor parte del tiempo, es un placer individual, pero también puede convertirse en una experiencia colectiva. En este sentido, muchas veces el niño lee pero no tiene con quién compartir esa lectura, lo que convierte la experiencia en una situación estática, sin retroalimentación. sin embargo, cuando el niño es capaz de compartir su aprendizaje establece relaciones entre la acción y la afectividad.

Me he dado cuenta de que cuando los estudiantes son capaces de integrar a sus padres, tutores o familia en general en su lectura, su actitud se vuelve mucho más entusiasta a la hora de embarcarse en una tarea similar. Esto debido al hambre de reconocimiento que los niños más pequeños buscan. De la misma manera, suelen reaccionar con motivación cuando son capaces de enseñar o contar algo que los padres o tutores no conocen, debido al cambio de poder en la jerarquía, además, el niño reconoce el proceso enseñanza aprendizaje como algo reciproco y no unilateral.

Creo que la recomendación más importante para los padres o tutores es no frustrarse cuando vean que el gusto por la lectura no es inmediato, especialmente si el niño es algo mayor. Entre más tiempo haya pasado más difícil es cambiar la percepción negativa que suelen tener los estudiantes hacia la lectura.

Por último, cualquier persona puede fomentar la lectura, no se necesita ser un profesional en el área para incentivar a otros a tomar un libro, ni estar dentro de una institución educativa. Estas recomendaciones demuestran que se pueden abrir esos espacios colectivos de motivación y aprendizaje.

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