"Los límites del lenguaje condicionan la experiencia humana"
Ludwig Wittgenstein
Durante estos años como profesor, uno de los temas que más trae de cabeza a los y las estudiantes es el análisis sintáctico. No debemos olvidar que la lengua es un sistema de signos y como tal su estructura no es inamovible.
El estudio de la estructura oracional pasa por conocer bien las bases de la morfología, es decir, comprender correctamente las nueve categorías léxicas que existen en nuestro idioma.
Después de este paso, es importante saber cómo se conectan estas categorías para formar tramas de significado, esto sería la relación sintagmática. Si atendemos pues al análisis oracional partiendo de estos mecanismos y los sabemos detectar en un texto, lo único que nos quedaría por interiorizar es el tercer paso: las funciones sintácticas.
Este tercer paso requiere de una especial atención y de un trabajo progresivo; no obstante, partiendo de mi premisa como encabezamiento: "el análisis como juego", entenderemos que el signo, como "pieza" estructural, debe encajar en las reglas básicas morfosintácticas de supremacía verbal de nuestra lengua. Esta importancia remitida al verbo es por donde debemos siempre empezar a jugar y engranar la base firme de nuestros análisis.
Como muchos de vosotros y vosotras sabréis, los ejercicios que ahora presentan las pruebas de la selectividad referentes a la morfosintaxis han aumentado (localizar referentes, pronominalización por función...), además se han introducido novedades como el análisis inverso o el par mínimo. Los profesores somos conscientes que muchos alumnos y alumnas no encontrarán sentido en el análisis sintáctico, pero estoy en lo cierto cuando digo que cuánto más sabemos de una lengua, más fácil es transmitir lo que sentimos; y con ello quiero decir que desmecanizamos el lenguaje para aprender a ser más humanos/as.