Con la llegada de la pandemia hemos tenido que volver a reflexionar e innovar sobre los métodos de enseñanza (desde la parada de una persona que hace clases sin ser profesora).
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Cuando comencé a dar clases, siempre me cuestionaba si lo hacía correctamente, si era entretenida, si no estaba generando un nuevo trauma con la física o la matemática. Con el pasar del tiempo, y sobre todo con el aumento de ayudantías universitarias por sobre las particulares, estos cuestionamientos disminuyeron notoriamente, ya tenía un método que parecía funcionar.
Cabe recordar que cuando me refiero a un "método" no es nada de libro, porque no tengo formación docente, pero simplifica bastante a lo que voy.
Pero entonces llegó la pandemia y con eso el "cómo se puede seguir haciendo clases así". Al inicio de las clases online fue un completo caos, en la universidad, profesores y profesoras intentaron un montón de cosas diferentes, entre subir apuntes y explicarlos, mostrar la pizarra con un contraste de luz malísimo.
Así mismo en las ayudantías intentaba replicar estas formas, pero sin duda no funcionaban, nadie respondía y hablar por 1 hora y 30 minutos consecutivas era terrible para mi cabeza y garganta. Tenía que "planificar" el triple de lo que planificaba antes. Hasta que llegó la tableta gráfica y con eso una verdadera opción de hacer clases decentes.
Entonces la tableta gráfica se volvió la nueva pizarra y plumón, ya tampoco importaba si no respondían, porque había aprendido a contar los segundos y seguir hablando o escribiendo en la pizarra. Ya me estaba acostumbrando, hasta que en una inflexión de la pandemia se dio la posibilidad de volver a a hacer clases presenciales.
No me había sentido tan bien desde hace mucho tiempo haciendo clases. Ver las caras de emoción o entusiasmo ante una idea brillante es invaluable, y si bien el tiempo de trayecto hace que no pueda hacer tantas clases como en la escuelita online sin duda que lo vale mucho más.