En algunas etapas de la vida de nuestros hijos e hijas, su carácter se vuelve más intransigente y con una necesidad de autoafirmarse, que si no se lleva bien por parte de los padres y adultos con los que se relaciona, puede llegar a agotarles.
Si no sabemos cómo afrontar esas conductas de nuestros hijos e hijas, corremos el riesgo de que se intensifiquen y se hagan habituales en su comportamiento diario. Hay que actuar desde el inicio, desde su aparición, para conseguir buenos resultados en la corrección de estas conductas.
Lo primero que debemos hacer es diferenciar entre conducta desafiante y no obedecer. Hay niños a los que les cuesta obedecer, porque están cansados, porque no les interesa hacer lo que se les pide, por falta de motivación, ... Pero la conducta desafiante va un poco más allá, es no obedecer, pero con el objetivo de provocar a sus padres, desafiarles, no haciendo lo que le piden.
Estos niños con conductas desafiantes, generalmente no asumen las normas, no siguen las instrucciones, incluso suelen hacer lo contrario de lo que se les pide, todo por provocar a sus padres. Se sienten cómodos en el conflicto, por eso son capaces de provocarlo.
En psicología siempre hay que diferenciar entre conductas no adecuadas, que hay que modificar, y necesitan de un trabajo profesional para su afrontamiento. Las causas pueden empezar siendo las mismas, pero si no se actúa de forma adecuada sobre ellas, puede conllevar un empeoramiento de las conductas de nuestros hijos e hijas y su afianzamiento a largo plazo.
En el caso del que hablamos en este artículo, las causas de la conducta desobediente y desafiante en los niños y niñas, pueden ser, entre otras, las siguientes:
- Rasgos de personalidad: son niños con una personalidad y un carácter muy marcado, que les cuesta seguir las normas y aceptar las peticiones de los adultos.
- Estilo parental permisivo: se trata de familias sin límites ni normas claras, que no saben afrontar las conductas desafiantes, de oposición a la norma y de rebeldía ante la autoridad parental, de sus hijos y las acaban aceptando sin actuar sobre ellas. El mejor estilo parental para evitar estas situaciones es el que mezcla la disciplina con el afecto.
¿Qué podemos hacer ante estas conductas?
- Lo primero es tener mucha paciencia y seguir las pautas de forma constante y en todas las situaciones. La respuesta que decidamos dar a esas conductas indeseables, tiene que ser constante en el tiempo, hasta que la conducta desaparezca y aplicada en todas las ocasiones, esto nos garantizará el éxito.
- Hay que reforzar las conductas positivas que aparezcan, aunque sean pequeñas. En cuanto se muestre un poco cooperante y flexible, hay que prestarle atención y darle mucho cariño, para que se sienta bien actuando así.
- Tenemos que elegir bien el objetivo a conseguir y tenerlo claro, aunque eso implique dejar de lado algunas conductas, que aunque nos molesten, sepamos que no vamos a poder modular. Es decir, que hay batallas perdidas en las que es mejor no entrar.
- Hay que poner límites razonables y lógicos, adaptados a su edad y que sea capaz de asumir. Y darle a conocer de antemano las consecuencias de no cumplir con ellos, para luego poder ser firme en su aplicación.
Espero haber podido aclarar las dudas respecto a este tema y haber puesto un poco de luz en estas situaciones cotidianas que tanto nos preocupan.