El sistema educativo que posee nuestro país se caracteriza por la memorización de información para un posterior volcado durante el examen, momento a partir del cual de comienzo el olvido inevitable de la materia aprendida para desesperación y hastío de los profesores, que ven como se volatiliza su esfuerzo.
Memorizar no es aprender, nunca lo ha sido. El método socrático de aprendizaje se basaba en la reflexión del alumno mediante pregunta-respuesta. Pensar, dialogar y defender las opiniones propias mediante argumentos estructurados es la mejor manera de formar una opinión propia en la mente de los más jóvenes. Debatir se convierte en un juego, el miedo escénico se reduce y la capacidad de generar ideas propias aumenta. Con este método formamos a jóvenes con futuro, que no se dejarán guiar por las masas tan fácilmente y poseerán un método crítico de razonamiento.
Del mismo modo, es muy frecuente escuchar de parte de padres, alumnos y algunos profesores, que “hay materias donde hay que memorizar, empollar, tales como historia o literatura”. Esta afirmación es errónea. La historia avanza movida por motivos ocultos, guerras, traiciones y descubrimientos propias de la mejor novela de George R. R. Martin. La historia y la literatura pueden ser fascinantes, siempre que se cuenten con la motivación necesaria.
En conclusión, aprender significa fascinarse por lo descubierto, y desear seguir haciéndolo. Ningún niño forzado a memorizar páginas y páginas de historia, biología o literatura está disfrutando de la experiencia, y solo espera con ansias el momento de terminar. Nuestra responsabilidad como profesores es cambiar este concepto y acompañar a los niños en su descubrimiento del mundo.