La calidad de un profesor se mide en cuanto tiempo le dedica en casa a preparar una clase, no en cuantas palabras dice por segundo durante sus lecciones.
Desde mi pupitre de segundo de Bachillerato compruebo cada día como se le aplaude al profe que más materia da en menos tiempo, como si de un programa del "un, dos, tres" se tratara. Hemos evolucionado del mono, para convertirnos en papagayos, y es que esa es la impresión que me llevo de toda esta trayectoria a lo largo de este maravilloso sistema educativo.
¿El sistema educativo de Finlandia es la solución? Pues mire, no lo sé. No estoy pidiendo una copia de un método que surge efecto allí, en Finlandia, sino una adaptación a lo que los estudiantes llevamos años pidiendo a gritos aquí, en España.
No entiendo como al preguntarle a un profesor "¿Para que me va a servir esto en la vida?", puede responderme tan tranquilo "Para aprobar selectividad", aunque nada más lejos de la realidad. Este país es el país donde la filosofía de Kant de cuestionarlo todo no ha arraigado mucho y me temo que esto no va a mejorar, pues como hemos podido ver, también se le ha quitado valor en selectividad. Un médico español, no permtiría que se denigrara su profesión, sin embargo, un docente se calla, mientras le dicen que magisterio es la carrera de "los menos listos", olvidando que los mejores cientificos, doctores..., han necesitado profesores como trampolín a su éxito laboral.
Los alumnos tenemos que ver pasar por delante de nuestra cara la enemistad de los políticos españoles, (en forma de "rompo todo lo que tu hayas creado mientras gobernabas"), mientras al mismo tiempo también vemos pasar nuestras oportunidades de futuro. ¿Que quiero decir? pues que la educación y la sanidad deberían ser inviolables en un país, puesto que las personas no somos animalitos de laboratorio con los que experimentar nuevos sistemas año sí, año también.
En efecto, esta reflexión no va a cambiar el sistema educativo, pero algo que tenemos en nuestro poder es cambiar la visión sobre el valor social que cumple la educación y la enseñanza sobre la población que tarde o temprano constituirá el futuro del país.
Prefiero pocos maestros, pero de calidad y con vocación, a una piara, que ni siquiera sabe para que le sirve a su público sus sermones, más allá de un simple examen.