Tradicionalmente la educación ha pasado en todo caso por el aula. Sin embargo, en los últimos años ha habido un desarrollo exponencial de las sesiones en línea, acentuado de manera increible por la pandemia de coronavirus.
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En un momento inicial, todos los profesores no acostumbrados a la enseñanza telemática tomamos esto como un obstáculo a sortear, pero rápidamente nos pusimos a trabajar duro encontrando una serie de técnicas básicas que permitan mejorar la enseñanza.
- Proyección de materiales en directo: frente a la tradicional pizarra (poco utilizada en sesiones a domicilio), se abre ahora la posibilidad de un espacio de trabajo digital en tiempo real, una versión mucho más cómoda de la pizarra.
- Trabajo con formatos casi ilimitados: la teconología nos ha permitido alejarnos de la partitura inamovible en papel para acercarnos a métodos nuevos de escritura musical, en programas que permiten al alumno incluso escuchar aquello que está escribiendo, aportándole una mayor capacidad de producción de nuevos materiales.
- Mayor constancia en el contacto docente-alumno: resulta típica la figura del alumno que por vergüenza o desgana evita hacer preguntas al profesor, aunque también es frecuente que se olviden de una clase a otra. En las clases presenciales (pongamos, dos sesiones semanales) el alumno tiene que esperar hasta la siguiente reunión para plantear cualquier cuestión, mientras que el hecho de tener al profesor "dentro de su ordenador" le aporta la confianza posible para hacer cualquier pregunta entre sesiones.
- Flexibilidad: gracias a la capacidad de poder desarrollar las clases desde puntos muy separados, tanto el alumno como el profesor tendrán una relativa posibilidad de movimiento, que evita perder muchas sesiones por cuestiones como el cambio de domicilio semanal (en padres separados) los viajes, las vacaciones etc.
Es por estos puntos, entre otras cuestiones, que aunque la enseñanza online suponga un reto, también cuenta con ventajas para todos.