Estamos inmersos en un entorno que promueve la impaciencia, la inmediatez. En el que la tecnología, además de ser una gran herramienta de fácil acceso, llena de conocimiento e infinidad de estímulos atractivos, también nos tienta a sumergirnos en interacciones superfluas a través de sus sistemas de recompensas inmediatas y recurrentes.
Cada vez es más difícil conseguir atención focalizada en actividades sencillas, manuales o por llamarlas de alguna manera, artesanales. Pareciese que ya no es suficientemente entretenido realizar una actividad que requiera más de 30 minutos de dedicación y que suponga un esfuerzo mental prolongado. Este es el caso de la música.
Son innegables los beneficios que la música ofrece para el desarrollo del cerebro, independientemente de la edad del ejecutante de la práctica; no solamente por potenciar habilidades que no son exclusivamente musicales como el oído, la afinación, el sentido del ritmo, sino también por contribuir al desarrollo de la memoria, la motricidad, la concentración, la disciplina.
Pero además hay un componente crucial y muy importante, que hace que la música tenga algo muy especial, y es su parte comunicativa y emocional; a pesar de que parece evidente su relevancia no somos tan conscientes de sus beneficios al momento de ser metódicos en nuestro estudio de instrumento y nuestra práctica musical.
Y ¿qué tiene que ver esta parte emocional con la gratificación? Es la manera más acertada de procurar la continuidad de la práctica y un hábito saludable, en el caso concreto que planteamos: el estudio del instrumento.
Los creadores de contenido de las redes sociales y plataformas en los medios de comunicación son muy conscientes de eso, y a través de los botones de sus aplicaciones como los likes, o los emojis de reacción, las imágenes, un scroll, o la detención prolongada en un story o foto, pueden obtener información sobre que es de nuestra preferencia y que no, y con ello refuerzan contenidos de nuestro interés para mantener nuestra atención, o sugerirnos algo.
La mejor manera de enseñar un instrumento?
¿Por qué no aprovechar los efectos de estos estímulos y las preferencias en el diseño metodológico de la práctica musical? En lo personal, debo decir que tan pronto empecé a tomar consciencia de esos factores en mis clases, se evidenció un cambio notable en el rendimiento tanto de mis estudiantes como yo en mi papel de docente. De alguna forma quitamos del medio una barrera, que algunas veces impedía que nos comunicáramos al cien por ciento.
Es cierto también, que no todo puede ser ocio y diversión, de alguna forma hay contenidos y prácticas técnicas relacionadas con el aprendizaje de un instrumento que son irremplazables y cuya práctica no se puede negociar, pero lo que sí se puede hacer, es flexibilizar la manera en que lo abordamos, de forma que estemos más cómodos y a gusto.
Un ejemplo de ello puede ser el estudio de escalas o de repertorio antiguo, mal llamado clásico, pues algunas piezas no son específicamente del denominado periodo clásico de la música occidental. Para algunos estudiantes este reportorio es completamente ajeno a ellos, por lo tanto, no está dentro de sus preferencias musicales. Sin embargo, su valor estético y técnico es indiscutible, no debemos dejarlo de lado.
¿Cómo abordar las clases de música en la enseñanza obligatoria?
Está por otra parte, el factor de la educación musical de las enseñanzas obligatorias, muchos chicos no la experimentan pues es un área opcional dentro del currículo de la educación primaria y secundaria. Así que el contacto con música académica, en un estudio más ordenado y preciso, es muy poco, o casi nulo.
Algunos métodos musicales como el reconocido método Susuki, recopilan piezas de relevancia histórica y aparentemente universales, pero en muchos casos, difícilmente van a digerirse con la misma facilidad con la que se asimilan las músicas populares, la música que se escucha a través de televisión, series o videojuegos, que se consumen en estos tiempos. Sin duda, aprenderlas, reconocerlas, y estudiarlas implican un esfuerzo mayor.
Necesitamos convencer a nuestros estudiantes, poco a poco, mostrarles esta música de forma atractiva, que resulte agradable para ellos, estimulante, desafiante.
Aprender jugando es una de las herramientas a nuestro favor que mejor se ajustan a nuestros propósitos en el trabajo con los más chicos. Nos ayuda a generar estímulos y emociones positivas que con el tiempo vamos a asociar a la práctica musical, y van a facilitar el desarrollo de la clase, y la también muy importante práctica personal en casa.
Estos juegos deben diseñarse con elementos musicales por supuesto, de manera que sean parte del proceso de aprendizaje del instrumento o el lenguaje musical, de otra forma no nos ayudarían a cumplir nuestros propósitos.
De esta manera, como profesor de música, puedes convertir una actividad de calentamiento – warm up, necesaria antes de tocar el instrumento, en un momento más ameno, donde podamos por ejemplo practicar algunas escalas o arpegios a manera de challenge, donde tanto el estudiante como el docente participen.
La importancia de establecer objetivos
Establecer un objetivo a mediano plazo, para construir un hábito, documentarlo en una agenda, un diario, o grabando un vídeo o audio periódicamente, y así con el tiempo (no mucho tiempo) serán visibles los progresos técnicos del estudiante.
Otra alternativa es utilizar la composición y la imitación como recurso creativo para la interpretación y el desarrollo de la musicalidad. Proponer alguna pieza musical, cambiarlo a un género diferente. Partiendo de premisas poco convencionales. ¿Cómo sonaría una pieza de Beethoven en un video juego?, juguemos a ser Bach, ¿Cómo tocaría Él esta pieza?.
Estaríamos abordando repertorio imprescindible de la práctica académica, pero agregando un componente diferente, haciendo uso de diferentes emociones al estimular nuestra creatividad, al no limitarnos a leer una partitura y repetir las notas una y otra vez. Incluso, podríamos llevar las representaciones e imitaciones más lejos, haciendo uso de objetos extra musicales como un disfraz, unas gafas, un sombrero, para visualmente agregar otros elementos que alimenten esa representación haciéndola más atractiva.
Y tú, ¿Cómo jugarías con tu instrumento?